Todos sabemos que hay cosas que un adolescente jamás se para a pensar. Jamás, hasta que las escucha, ve u oye en un medio de comunicación. Eso es justo lo que me pasó a mí el otro día. No me acuerdo donde exactamente pero oí a mi familia comentar una noticia que me llamó la atención y me hizo pensar. Un periódico definió nuestra generación, la generación del siglo XXI como una nueva especie de esas que se estudian en el libro de biología: Pasamos de ser homo sapiens a homo conectus.
Es verdad que era simplemente una forma de definirnos, pero, ¿No podría ser eso cierto? ¿No ha cambiado tanto nuestra forma de vida como para poder diferenciarnos completamente de esos hombres que tardaban días en caballo para ir a un lugar al que ahora llegamos en dos horas o para los que un teléfono unido a un cable era una completa revolución?
Por lo menos esa es nuestra forma de ver las cosas. Nuestra generación no nos sentimos identificados con la gente que empleaba tanto tiempo para hacer cosas que ahora nos parecen insignificantes. Es verdad que hay grupos sociales que se niegan a progresar y que desearían quedarse atrapados en el homo antecesor toda la vida. Pero la gran mayoría de nosotros estamos metidos de lleno en esta nueva especie: Pertenecemos al homo conectus, es nuestra forma de vida y no nos imaginaríamos el día a día como un hombre que sólo lucha por llevar comida a su país o por organizar el mejor modo de combate.
Y es que, son muchas las diferencias entre nosotros y la gente del siglo XIX e incluso de buena parte del siglo XX, y eso que fue ayer como aquel que dice. Mientras que a los niños de esa época les enseñaban la mejor manera de usar la pluma, a nosotros nos enseñan como teclear un teclado y un ratón; El tiempo que empleaban las niñas medievales en cuidar a sus hermanos pequeños nosotros lo empleamos en enviarles iconos gestuales para meternos con ellos; Antes las cartas de los Reyes Magos estaban repletas de muñecas de trapo y soldaditos de plomo, mientras que ahora los ordenadores, play station e iphones ocupan las páginas de deseos de los más pequeños.
Todo lo que he nombrado son diferencias insignificantes, que nos pueden parecer importantes a nosotros. Pero no sólo ha cambiado el mundo para los niños, el mundo ha cambiado en sí, los humanos somos distintos, los humanos estamos conectados.
¿A qué se debe el progreso del turismo, del comercio, de las ayudas humanitarias, de los juegos, de la economía en algunos sectores, de la cultura, del saber idiomas, de las relaciones entre países, de los acuerdos, tristemente también la facilidad en las guerras? Se debe simplemente a lo que estoy utilizando yo en este momento: A una simple herramienta, a un simple ordenador. Nuestra especie no se caracteriza por saber usar las manos para cazar animales, se caracteriza por saber usar las manos para escribir en un teclado, para estar todo el día conectado con el de al lado.
Creo que mi generación no se parece en nada a las generaciones de tiempo atrás, somos completamente distintos, completamente diferentes.
Pero,
¿Lo suficiente como para diferenciarnos como miembros de distinta especie?
¿Somos de verdad el homo conectus?