Si eres padre o eres hij@, posiblemente te sea familiar algún fragmento del diálogo que expongo a continuación y que intento repetir lo más fielmente que recuerdo. Transcurre frente al ordenador, mientras mi hija de 14 años mira algunas fotos en Tuenti.
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Yo: “A ver esas fotos que estás pasando, ¿puedo verlas?”
Hija: “Son del otro día en la piscina”
Yo: “Sí, ya veo, de aquí mismo, de nuestra urbanización. Pero, ¿a ti te parece correcto subir todas esas fotos en biquini y tan “sugerentes”?”
Hija: “¿Qué pasa? Son fotos normales, si todo el mundo puede verme de verdad en la piscina, ¿por qué no pueden verme en fotos?”
Yo: “Te he explicado muchas veces que lo que se cuelga en internet queda fuera de control, nunca sabrás exactamente qué ha pasado con aquello que publicas.”
Hija: “¡Qué manía! Si solo está en Tuenti y solo mis amigos pueden verlo, además está puesto para que nadie pueda descargarlas.”
En ese momento, en menos de 30 segundos hago una copia de pantalla, abro un programa de tratamiento de imágenes y pego, corto la foto y creo una nueva imagen con solo su cuerpo.