Lo publicamos en dos entregas, esperamos que os guste…
Berto se sentó ante el ordenador. Estaba cansado. La ducha había sido reparadora, pero doce días embarcado, con dos inmersiones diarias, terminaba siendo una paliza. Le gustaba lo que hacía. No hubiera dedicado su vida a tarea distinta en ningún caso, pero la preparación física la tenía descuidada, y sin embargo era vital para un biólogo marino que, como él, tenía el laboratorio en la profundidad de los océanos.
Volvió a prometerse a sí mismo que hasta la siguiente expedición trabajaría el gimnasio seriamente; luego, suspirando ante el disgusto que aquello le producía, encendió su pc. Era una tarea casi mecánica, al regresar a casa, entrar en el mundo de las telecomunicaciones para buscar referencias al hombre de los calcetines amarillos. Controlaba cada nueva entrada producida y también los desplazamientos que sufrían las que ya conocía. En ocasiones comprobaba, con satisfacción, que alguna de ellas, ante su insistencia, había terminado por desaparecer.