Aunque mi formación y mi experiencia con los niños es amplia únicamente quiero plantear algunos aspectos a título personal, “como si lo otro no valiera”.
Quiero comenzar comentando que no me creo lo de los nativos digitales, la sociedad tecnológica y la necesidad vital presente y futura de dominar un artilugio, como es el ordenador, que no resulta ni mucho menos esencial para la vida. Estoy convencido que los adultos con nuestra visión del mundo trasladamos a los menores cómo tienen que ser, no existe toda esa terminología si nadie se la cree. No existen esos fenómenos si nadie educa pensando en ellos. Y la vida sigue. La esencia de lo que es vivir está más allá de modas y paranoias. Los niños son niños, y siguen siendo niños. La amplia mayoría no tiene esa dependencia tecnológica. Siguen teniendo las mismas ganas de ilusionarse, de crear y de inventar historias y personajes. Son capaces de estar una semana con otros niños en la naturaleza, con la ropa justa y con una pelota o unas cuerdas como recursos para pasárselo bien. Y se lo pasan. Porque aún no han olvidado que la magia viene de las personas y no de las cosas. Porque saben que sólo hace falta más gente para pasárselo mejor. Porque su mente es capaz de ir allá donde lo físico se mezcla con la fantasía. No es una cuestión de edad, es una cuestión de mentalidad y hasta bien mayorcitos siguen con esa chispa.