Nuestros teléfonos inteligentes nos ofrecen multitud de funciones y posibilidades, pero lo que realmente empleamos para hacer uso de la mayoría de ellas son las aplicaciones que instalamos tras su compra.
Estas aplicaciones podrán llevar a cabo el cometido para el que se han diseñado siempre que puedan utilizar los diferentes elementos que componen el teléfono, como la cámara, el micrófono, los sensores GPS, etc.
Por razones de seguridad, especialmente relacionada con la privacidad, los diseñadores de los sistemas operativos de nuestros smartphones los han dotado de un mecanismo de protección conocido como “permisos” y que todo usuario debería conocer.