Antes de la era digital, los principales peligros a los que se enfrentaban los niños tenían siempre el mismo sujeto: un extraño. No te vayas con extraños. No hables con extraños. No aceptes nada de extraños. Los extraños, en fin, eran muchos y variados, pero en el imaginario colectivo solían ser siempre el mismo tipo de persona: alguien desconocido.
Así, bastaba con no haberle visto nunca para detectar esa clase de peligro. Sabiendo eso, y mirando al cruzar, uno lo tenía casi hecho para empezar a andar en la vida, aunque todo lo demás le estuviera esperando a la vuelta de la esquina. Pero aquel mundo, preludio de Internet, era accesible: todo estaba a golpe de vista.
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